La taza con café humea, su fragancia es agradable, el sabor no satisface las expectativas creadas. Afuera, la lluvia cae constante sobre techos de arcaicos buses, las gotas se deslizan rumbo a canaletas que bordean las viejas carrocerías, para por fin inundar el mojado, gastado y precario asfalto. Mañana laboral sórdida y solitaria. La oficina está desolada. Los telefonos suenan su ring ring, sin que nadie acuda a su atención. La luz que desprenden tubos fluorescentes es opaca, alguno titinea, no termina nunca de encender; el ventilador de alguna computadora mal apagada produce un ruido agudo persistente.
La radio anuncia la agenda del día; trastornos en el transito vehicular, paros laborales programados, comentarios de profesionales de la tertulia sobre las blasfemias vertidas por un cantante de rock, audiencias dispuestas para hoy en juicios perennes, propagandas de apuestas. Miserias cotidianas son juntadas, reunidas, mezcladas, combinadas para luego esparcirlas por hogares, oficinas, rodados, colegios, etc.
Por suerte 3 minutos de Summertime en el saxo de Charlie Parker acuden en mi auxilio para llegar a las 9 de la mañana donde formalmente se da por comienzo a la mediocre monotonía de la burguesía laboral diaria.
La radio anuncia la agenda del día; trastornos en el transito vehicular, paros laborales programados, comentarios de profesionales de la tertulia sobre las blasfemias vertidas por un cantante de rock, audiencias dispuestas para hoy en juicios perennes, propagandas de apuestas. Miserias cotidianas son juntadas, reunidas, mezcladas, combinadas para luego esparcirlas por hogares, oficinas, rodados, colegios, etc.
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