Desde el martes 01/09/2009 en que entré al quirófano he visto mi rostro reflejado en el espejo a diario, pero creo que no lo he mirado nunca. Ahora, observándolo en el reflejo de una ventanilla espejada de una camioneta Renault Kangoo estacionada en Avenida de Mayo y Lima, percibo que está más gordo y mi cabello menos abundante.
Acabo de salir de la librería de “Terramar Ediciones” curioseé, hurgué entre los tantos ejemplares sobre la “utopía libertaria” que se ofrecen y descansan en los estantes de este novicio local de nutridos textos sobre anarquía.
¡No me llevé nada!
Continué con mi apatía. No puede sortear la desidia y pereza que se me manifiestan como un triunfo interno del tedio sobre el ocio.
Mijail Bakunin, Frank Mintz, Osvaldo Baigorria, Felix García Morrión, Piotr Kropotkin no han podido seducirme lo suficiente, por lo cual me acabo de retirar sin comprar nada.
Desde que me operaron, hoy fue el primer día que salí durante toda la jornada de mi hogar; un poco por trabajo, otro poco por libre elección opté por trasladarme al centro de mi Ciudad.
Previo a someterme a la mencionada internación programada pensé:
¡Bueno! ahora voy a tener tiempo para leer algunos clásicos, dado que es una deuda íntima permanente que algún día voy a saldar.
¡Al fín! voy a poder entrarle con la necesaria concentración a la obra de Borges, que hace años espera ser ingerida por mi ser y siempre encuentra problemas de desorientación.
¡Pues bien! Llegó el turno de ver los films del período británico de Hitchcock que tranquilamente reposan en porta VHS dentro mi placard junto a gran cantidad de LPs y CDs de Jazz y Tango, que también hace varios lustros esperan ser reproducidos, pero duermen anárquicamente amontonados en cajas de zapatos.
¡De una vez por todas! Prodré dedicarme a armar una ejemplar pista de Scalectrix con todas las nutridas piezas que poseo, ya que desde que Camilo comenzó a jugar la armé muy austeramente, con apenas unos pocos tramos.
De estos pensamientos ¡Ya han transcurrido más de tres semanas! Entonces...
De Borges, nada.
De los clásicos, menos. Homero solo vi a Adams. ¡Ah! También a Simpson.
La pista continuó llenándose de tierra; los cochecitos no dieron ni una vueltita; aún sigue armada con muy pocos elementos.
Películas, solo ví por televisión.
Música, no más escuché la que emiten las estaciones de radio.
No tuve ni la inquietud de navegar en Internet, solo abrí mi casilla de correos para responder algunos mensajes que creí correspondía hacerlo.
Hoy el candente sol primaveral me despabiló, aquí estoy, escribiendo, sentado en un banco de cemento de la Avenida de Mayo, garabateando en el dorso de un afiche de La Bancaria obtenido en la vía pública, como en mis mejores épocas de estudiante universitario, en que los apuntes los borroneaba en el dorso de los afiches que pegaban las distintas agrupaciones en el interior de la “Facu”.
Siempre fui ahorrativo.
Acabo de salir de la librería de “Terramar Ediciones” curioseé, hurgué entre los tantos ejemplares sobre la “utopía libertaria” que se ofrecen y descansan en los estantes de este novicio local de nutridos textos sobre anarquía.
¡No me llevé nada!
Continué con mi apatía. No puede sortear la desidia y pereza que se me manifiestan como un triunfo interno del tedio sobre el ocio.
Mijail Bakunin, Frank Mintz, Osvaldo Baigorria, Felix García Morrión, Piotr Kropotkin no han podido seducirme lo suficiente, por lo cual me acabo de retirar sin comprar nada.
Desde que me operaron, hoy fue el primer día que salí durante toda la jornada de mi hogar; un poco por trabajo, otro poco por libre elección opté por trasladarme al centro de mi Ciudad.
Previo a someterme a la mencionada internación programada pensé:
¡Bueno! ahora voy a tener tiempo para leer algunos clásicos, dado que es una deuda íntima permanente que algún día voy a saldar.
¡Al fín! voy a poder entrarle con la necesaria concentración a la obra de Borges, que hace años espera ser ingerida por mi ser y siempre encuentra problemas de desorientación.
¡Pues bien! Llegó el turno de ver los films del período británico de Hitchcock que tranquilamente reposan en porta VHS dentro mi placard junto a gran cantidad de LPs y CDs de Jazz y Tango, que también hace varios lustros esperan ser reproducidos, pero duermen anárquicamente amontonados en cajas de zapatos.
¡De una vez por todas! Prodré dedicarme a armar una ejemplar pista de Scalectrix con todas las nutridas piezas que poseo, ya que desde que Camilo comenzó a jugar la armé muy austeramente, con apenas unos pocos tramos.
De estos pensamientos ¡Ya han transcurrido más de tres semanas! Entonces...
De Borges, nada.
De los clásicos, menos. Homero solo vi a Adams. ¡Ah! También a Simpson.
La pista continuó llenándose de tierra; los cochecitos no dieron ni una vueltita; aún sigue armada con muy pocos elementos.
Películas, solo ví por televisión.
Música, no más escuché la que emiten las estaciones de radio.
No tuve ni la inquietud de navegar en Internet, solo abrí mi casilla de correos para responder algunos mensajes que creí correspondía hacerlo.
Hoy el candente sol primaveral me despabiló, aquí estoy, escribiendo, sentado en un banco de cemento de la Avenida de Mayo, garabateando en el dorso de un afiche de La Bancaria obtenido en la vía pública, como en mis mejores épocas de estudiante universitario, en que los apuntes los borroneaba en el dorso de los afiches que pegaban las distintas agrupaciones en el interior de la “Facu”.
Siempre fui ahorrativo.