Cataratas Argentinas

Cataratas Argentinas
"La patria, es mi infancia"
Lo que sucede a diario, relatos de lo cotidiano, de lo fantastico. Los anhelos, los recuerdos, lo que vemos, escuchamos, tocamos, degustamos, olfateamos.
La vida, el amor, la musica, los colores.

El llanto, la risa, los estímulos, las criticas.
La amistad, el futbol, la niñez.

Perico

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jueves, 24 de septiembre de 2009

Tedio


Desde el martes 01/09/2009 en que entré al quirófano he visto mi rostro reflejado en el espejo a diario, pero creo que no lo he mirado nunca. Ahora, observándolo en el reflejo de una ventanilla espejada de una camioneta Renault Kangoo estacionada en Avenida de Mayo y Lima, percibo que está más gordo y mi cabello menos abundante.

Acabo de salir de la librería de “Terramar Ediciones” curioseé, hurgué entre los tantos ejemplares sobre la “utopía libertaria” que se ofrecen y descansan en los estantes de este novicio local de nutridos textos sobre anarquía.
¡No me llevé nada!
Continué con mi apatía. No puede sortear la desidia y pereza que se me manifiestan como un triunfo interno del tedio sobre el ocio.
Mijail Bakunin, Frank Mintz, Osvaldo Baigorria, Felix García Morrión, Piotr Kropotkin no han podido seducirme lo suficiente, por lo cual me acabo de retirar sin comprar nada.

Desde que me operaron, hoy fue el primer día que salí durante toda la jornada de mi hogar; un poco por trabajo, otro poco por libre elección opté por trasladarme al centro de mi Ciudad.

Previo a someterme a la mencionada internación programada pensé:
¡Bueno! ahora voy a tener tiempo para leer algunos clásicos, dado que es una deuda íntima permanente que algún día voy a saldar.
¡Al fín! voy a poder entrarle con la necesaria concentración a la obra de Borges, que hace años espera ser ingerida por mi ser y siempre encuentra problemas de desorientación.
¡Pues bien! Llegó el turno de ver los films del período británico de Hitchcock que tranquilamente reposan en porta VHS dentro mi placard junto a gran cantidad de LPs y CDs de Jazz y Tango, que también hace varios lustros esperan ser reproducidos, pero duermen anárquicamente amontonados en cajas de zapatos.
¡De una vez por todas! Prodré dedicarme a armar una ejemplar pista de Scalectrix con todas las nutridas piezas que poseo, ya que desde que Camilo comenzó a jugar la armé muy austeramente, con apenas unos pocos tramos.
De estos pensamientos ¡Ya han transcurrido más de tres semanas! Entonces...
De Borges, nada.
De los clásicos, menos. Homero solo vi a Adams. ¡Ah! También a Simpson.
La pista continuó llenándose de tierra; los cochecitos no dieron ni una vueltita; aún sigue armada con muy pocos elementos.
Películas, solo ví por televisión.
Música, no más escuché la que emiten las estaciones de radio.
No tuve ni la inquietud de navegar en Internet, solo abrí mi casilla de correos para responder algunos mensajes que creí correspondía hacerlo.

Hoy el candente sol primaveral me despabiló, aquí estoy, escribiendo, sentado en un banco de cemento de la Avenida de Mayo, garabateando en el dorso de un afiche de La Bancaria obtenido en la vía pública, como en mis mejores épocas de estudiante universitario, en que los apuntes los borroneaba en el dorso de los afiches que pegaban las distintas agrupaciones en el interior de la “Facu”.
Siempre fui ahorrativo.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mi billetera extraviada


La semana pasada viví un episodio singular. Lo relaté inmediatamente de forma oral como es mi costumbre, pero lamentablemente no lo pude transcribir enseguida debido a que tuve que someterme a una pequeña cirugía, la cual tenía programada desde hace un tiempo; sucedió que los días previos a la misma no estaba con ánimo ni coraje para postear ni leer nada.
Ahora la situación se acomodó, por lo tanto paso a describir brevemente la pequeña anécdota.

El lunes 24/08 fui a buscar a mi hijo más chiquito e hija mayor en mi vehiculo, al cumpleaños de un hermanito de una amiga de mi hija. El festejo se realizó en la casa del cumpleañero en un barrio muy pobre; no digo marginal, ni humilde; sino, un barrio que antiguamente era de casa quintas y con el paso de los años se transformó en un lugar poblado mayoritariamente por gente de pocos recursos económicos, como la mayor parte del territorio que circunda a González Catán, la zona en donde vivo desde hace más de 15 años.
Merodeando el lugar descripto perdí mi billetera, en la cual portaba la cedula de identidad, los carnéts de obra social, las tarjetas de créditos y débitos, también pesos cuatrocientos, dólares ciento seis, y lo más importante… el registro de conductor profesional emitido por la CABA. La guita no me sobra para nada, pero en ese instante no me importaba en absoluto; en cambio extraviar el registro sí, es el mayor problema que se me presentó, puesto que los trámites para volver a registrarse son múltiples, y la demora para sacar turno es de por lo menos un mes; aparte hay que pedir turno para cancelar las infracciones de tránsito, para conseguir el certificado de reincidencia (de buena conducta), para hacer un curso informativo y para someterse a la revisación médica. ¡Luego de sacar turno hay que hacer los trámites con éxito!
Aclaro que me salieron 6 infracciones de transito de un auto Subarú Impreza que tuve solamente entre Marzo y Julio del año 2002, el cual ni si quiera puse a mi nombre. Realmente un kilombo sacar turno para concurrir al Tribunal de Faltas de la calle Carlos Pelegrini, y luego intentar probar que no soy el autor de las infracciones descriptas.
Pero sucedió que al otro día, luego de hacer la mayor cantidad de diligencias posibles para resolver las dificultades surgidas por el penoso extravío, en el horario nocturno me llamó a mi casa un sujeto llamado Sebastián manifestando que había encontrado la billetera. Mi alegría fue muy trascendente, e inmediatamente le sugerí que nos encontráramos esa misma noche, aparte le dije que iba a tener una gentileza pecuniaria para con él; a lo cual me manifestó tajantemente que ese no era su objetivo.
Pues bien, concurrí al lugar de la cita junto a mi mujer, puesto que esta sospechaba que podía ser una treta para robarme o algo por el estilo, y allí estaba Sebastián junto a su esposa. De forma inmediata me entregó mi billetera. Me quedé atónito cuando hallé en su interior todo el dinero intacto y por supuesto también la documentación completa.
Mi primer impulso fue entregarle todo el dinero que había en la billetera, pero Sebastián se negó rotundamente, insistí en varias oportunidades, siempre recibiendo una negativa concluyente, tanto de Sebastián como de su esposa Claudia, los cuales dejaban vislumbrar por su aspecto una gran estreches económica, reflejada en sus ropas, en la delgadez extrema de la mujer y en la despoblada dentadura del joven. Al fin ambos me invitaron a concurrir a un Templo Evangélico ubicado cerca de mi hogar, que es precisamente, al que ellos acuden periódicamente. Todo esto con la mayor cordialidad, educación y sin ser muy insistentes en su pedido. Fue así que le entregue a Claudia ciento cincuenta pesos para que los destinara a adquirir alimentos para los niños que concurrieran al Templo y esta vez no se rehusó. También dejé mi promesa que a la brevedad iba a concurrir a la Iglesia descrita.

Al final este episodio me hizo recuperar la fe en el prójimo, lo cual no es poco, sobre todos en estos tiempos de tanta desesperanza.