Un documental muy bello, una delicia visual, realizada por Ettore Scola en el año 2003.
Un mosaico parcial, de imágenes, personajes e historias, que muestra la “singular pluralidad” del principal protagonista del film, que es, ni más ni menos, la población que habita Roma en estos tiempos.
Exhibe a los romanos de hoy, tan distintos a los de hace 10 años atrás y seguramente, muy variados a los de 10 años en el futuro.
La obra es el agridulce tributo del director, a los romanos nativos y por adopción. Los que eligen habitar Roma, no son ni bien, ni mal recibidos. Roma, y digo Roma, no Italia, recibe a los inmigrantes con una peculiar e inconsciente indiferencia.
Scola nos da una visión de la Metrópolis, desde un punto de vista antropológico, una gimnasia multicolor, influenciada por miles de inmigrantes que llegan a la “Ciudad Eterna” e intentan integrarse.
Recorriendo el Film, nos encontramos con gente normal de todas las razas, edades y clases sociales, algunas viajando en un autobús, conducido por una muchacha que atraviesa los barrios modernos y el casco histórico. En ese trayecto observamos diversas aventuras…
La vivida por un periodista inmigrante; la confusión de un joven que descubre la locura del mundo. Al detenerse el ómnibus en un semáforo, un panel electrónico proporciona información sobre la cotizaciones bursátiles, donde una niña gitana entrega una tarjeta a los transeúntes en que dice “tengo hambre”, al mismo tiempo un mendigo, proveniente de los Balcanes, solicita una limosna por medio de un cartel donde transcribe, que tiene una familia a la que alimentar y no tiene medios, por lo cual, un conductora de edad meridional le responde con otro cartón preescrito, donde detalla que ella también tiene un montón de dificultades (un padre enfermo, la aqueja la desocupación, un ingreso que es miserable y encima el marido se escapo con una chica 20 años menor) y en el mismo cartel sentencia “¿Qué hago?”, por lo tanto el mendigo escapa desorientado.
También observamos a un hombre que limpia los parabrisas, lidiando con la intolerancia de un conductor.
En la plaza Vittorio unos chinos practican Tai-Chi. Frente a un quiosco 2 adolescentes, simulando observar revistas eróticas, miran fijamente a los ventanales de un edificio al otro lado de la calle donde una joven está limpiando los cristales, subida a una escalera, de tal manera que de un momento a otro, dejará ver su anatomía más allá de los muslos.
Otra secuencia es la del racista dueño de un snack, cuyo padre emigró a Bélgica y murió en el desastre minero de Marcinelli, pero igual, ahuyenta a un nigeriano de su bar, por miedo a que contagie de alguna peste tercermundista a sus clientes.
En otra parte del viaje en ómnibus pasamos por el hall de un bingo, donde un jugador empedernido está presto a hacer cualquier tipo de apuesta, junto a un ama de casa igual aficionada al juego. En una escuela primaria una insegura niñita gordita es rechazada por sus compañeros de clase.
Un trabajador pierde su trabajo, pero no se anima a comunicárselo a su familia, por lo que continúa todos los días viajando en el autobús a las 5 de la madrugada luego de ingerir el café servido por su esposa y guardar la vianda para ingerir en “el trabajo”, más luego al descender del ómnibus pasa el tiempo en una plaza de charla con ex compañeros de labor en la misma situación de desempleo.
Es sublime el instante en que un viejito recita a un muchacho, que huye espantado del ómnibus, las mil formas de nombrar al órgano masculino.
En un centro de enfermos de alzheimer una nieta visita a su abuela e intenta devolverle los recuerdos, enseñándole fotos de su juventud.
A un departamento llega un desempleado incapaz de afrontar su soledad, en plan de visita a su ex mujer, que ahora vive con un hombre más joven y con trabajo.
En un club, la pasión política levanta temperatura, hasta que comienza un partido de la Roma en que Francesco Totti, el ídolo local de fútbol, convierte un gol, produciendo la algarabía de los televidentes.
En el moderno barrio gay se encuentran los inagotables sentimientos, que dan preponderancia a la especie humana, el amor, los celos, las lágrimas, y las risas.
Percibimos en el viaje el gran contraste en que conviven las ruinas históricas, visitadas por turistas de todo el mundo, con vagabundos harapientos, expulsados del sistema..
Otros pequeños testimonios de la capital de Italia son, el que oye voces en el cementerio; el anciano que está a punto de ser dejado por su hijo en un geriátrico; la reconocida actriz, casi una diva, Stefania Sandrelli nos muestra el amor por su nieto y su profesión; la cordial convivencia entre dos cuñadas, una africana casada con un restaurador de muebles y la otra vernácula; una muchacha lleva a un acto político de la izquierda a su pequeño hijo, el cual por unos instantes permanece perdido entre la multitud; las caras de sorpresa, de un matrimonio que participó de las revueltas universitarias del año 67, al enterarse que su hija está embarazada de un muchacho de raza negra.
Todas estas semblanzas y alguna más que no describí, están narradas en el film de casi una hora media, dedicada al inigualable Alberto Sordi, “el Albertone Nacional”, el romano por antonomasia.
Un mosaico parcial, de imágenes, personajes e historias, que muestra la “singular pluralidad” del principal protagonista del film, que es, ni más ni menos, la población que habita Roma en estos tiempos.
Exhibe a los romanos de hoy, tan distintos a los de hace 10 años atrás y seguramente, muy variados a los de 10 años en el futuro.
La obra es el agridulce tributo del director, a los romanos nativos y por adopción. Los que eligen habitar Roma, no son ni bien, ni mal recibidos. Roma, y digo Roma, no Italia, recibe a los inmigrantes con una peculiar e inconsciente indiferencia.
Scola nos da una visión de la Metrópolis, desde un punto de vista antropológico, una gimnasia multicolor, influenciada por miles de inmigrantes que llegan a la “Ciudad Eterna” e intentan integrarse.
Recorriendo el Film, nos encontramos con gente normal de todas las razas, edades y clases sociales, algunas viajando en un autobús, conducido por una muchacha que atraviesa los barrios modernos y el casco histórico. En ese trayecto observamos diversas aventuras…
La vivida por un periodista inmigrante; la confusión de un joven que descubre la locura del mundo. Al detenerse el ómnibus en un semáforo, un panel electrónico proporciona información sobre la cotizaciones bursátiles, donde una niña gitana entrega una tarjeta a los transeúntes en que dice “tengo hambre”, al mismo tiempo un mendigo, proveniente de los Balcanes, solicita una limosna por medio de un cartel donde transcribe, que tiene una familia a la que alimentar y no tiene medios, por lo cual, un conductora de edad meridional le responde con otro cartón preescrito, donde detalla que ella también tiene un montón de dificultades (un padre enfermo, la aqueja la desocupación, un ingreso que es miserable y encima el marido se escapo con una chica 20 años menor) y en el mismo cartel sentencia “¿Qué hago?”, por lo tanto el mendigo escapa desorientado.
También observamos a un hombre que limpia los parabrisas, lidiando con la intolerancia de un conductor.
En la plaza Vittorio unos chinos practican Tai-Chi. Frente a un quiosco 2 adolescentes, simulando observar revistas eróticas, miran fijamente a los ventanales de un edificio al otro lado de la calle donde una joven está limpiando los cristales, subida a una escalera, de tal manera que de un momento a otro, dejará ver su anatomía más allá de los muslos.
Otra secuencia es la del racista dueño de un snack, cuyo padre emigró a Bélgica y murió en el desastre minero de Marcinelli, pero igual, ahuyenta a un nigeriano de su bar, por miedo a que contagie de alguna peste tercermundista a sus clientes.
En otra parte del viaje en ómnibus pasamos por el hall de un bingo, donde un jugador empedernido está presto a hacer cualquier tipo de apuesta, junto a un ama de casa igual aficionada al juego. En una escuela primaria una insegura niñita gordita es rechazada por sus compañeros de clase.
Un trabajador pierde su trabajo, pero no se anima a comunicárselo a su familia, por lo que continúa todos los días viajando en el autobús a las 5 de la madrugada luego de ingerir el café servido por su esposa y guardar la vianda para ingerir en “el trabajo”, más luego al descender del ómnibus pasa el tiempo en una plaza de charla con ex compañeros de labor en la misma situación de desempleo.
Es sublime el instante en que un viejito recita a un muchacho, que huye espantado del ómnibus, las mil formas de nombrar al órgano masculino.
En un centro de enfermos de alzheimer una nieta visita a su abuela e intenta devolverle los recuerdos, enseñándole fotos de su juventud.
A un departamento llega un desempleado incapaz de afrontar su soledad, en plan de visita a su ex mujer, que ahora vive con un hombre más joven y con trabajo.
En un club, la pasión política levanta temperatura, hasta que comienza un partido de la Roma en que Francesco Totti, el ídolo local de fútbol, convierte un gol, produciendo la algarabía de los televidentes.
En el moderno barrio gay se encuentran los inagotables sentimientos, que dan preponderancia a la especie humana, el amor, los celos, las lágrimas, y las risas.
Percibimos en el viaje el gran contraste en que conviven las ruinas históricas, visitadas por turistas de todo el mundo, con vagabundos harapientos, expulsados del sistema..
Otros pequeños testimonios de la capital de Italia son, el que oye voces en el cementerio; el anciano que está a punto de ser dejado por su hijo en un geriátrico; la reconocida actriz, casi una diva, Stefania Sandrelli nos muestra el amor por su nieto y su profesión; la cordial convivencia entre dos cuñadas, una africana casada con un restaurador de muebles y la otra vernácula; una muchacha lleva a un acto político de la izquierda a su pequeño hijo, el cual por unos instantes permanece perdido entre la multitud; las caras de sorpresa, de un matrimonio que participó de las revueltas universitarias del año 67, al enterarse que su hija está embarazada de un muchacho de raza negra.
Todas estas semblanzas y alguna más que no describí, están narradas en el film de casi una hora media, dedicada al inigualable Alberto Sordi, “el Albertone Nacional”, el romano por antonomasia.
3 comentarios:
Esa ultima foto, la del final de la pelicula, por algun motivo es la que se me quedo en la retina... magnifica pelicula, encantadora. Estos ultimos años he tenido la suerte de encontrar un tipo que me ha surtido de peliculas muy buenas, nuevas y antiguas... He buscado sin suerte "Estos Italianos" (varios directores, +- 1968). Si tienes la suerte de encontrarla, acuerdate de mi.
Saludos
Silvio siempre tuve ganas de verla....me las reflotaste...me voy a poner en campaña...
Me gusta mucho el cine italiano....el actual sobre todo...
de hecho me gustó mucho Manuale di amore, sencilla pero no por eso menos encantadoramente realista.
Un beso,
Gaby
Antonia.
“Estos italianos” no la recuerdo. Pero eso no dice nada, ya que mi memoria es muy frágil. A tal punto que alguna vez he visto 2 veces un film y recién en la tercera oportunidad recordé haberla visto antes y eso que eran muy buenas películas. Si la encuentro en mis cirujeos culturales, mi primer impulso será acordarme de ti.
Saluditos
Gaby.
A mi también me gusta el cine Italiano, el actual es muy bueno pero la década de Oro es la del 70. En esos años Bertolucci, Passolini, Fellini, Visconti, Cavani, etc. me parece dieron lo mejor. Esa es mi humilde opinión
Además hubo 2 estilos muy menores como fueron el “Spaghetti Western” y la “Comedia Erótica Italiana” (esta última aniquilada al principio de los 80 por el videoPorno) que en esos años filmaron muchísima basura, pero revolviendo entre esos desperdicios a menudo encontrás obras que a mí me parecen maravillosas, aparte me río mucho con el idioma, el único que comprendo sin leer subtítulos junto con el castellano.
Manuale di amore no la ví. Pero sé por un amigo, gran admirador de Mónica Belucci, que ésta protagonizó Manuale di amore 2. Habrá que ver la original antes que la secuela que creo es del año pasado.
Besitos
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