Son las 9 de la mañana de un domingo soleado, templado, hermoso.
Mis hijos duermen su cuerpitos, mi amor reposa tratando de lograr el equilibrio que la ayude a transitar la semana, mis amigos dispersan sus acciones, algunos sus inacciones.
Yo estoy en mi lugar; bajo el nogal que resiste temerariamente a perder su caudal de hojas, debido a lo cual me gratifica con su fresca sombra inimitable.
Mis hijos duermen su cuerpitos, mi amor reposa tratando de lograr el equilibrio que la ayude a transitar la semana, mis amigos dispersan sus acciones, algunos sus inacciones.
Yo estoy en mi lugar; bajo el nogal que resiste temerariamente a perder su caudal de hojas, debido a lo cual me gratifica con su fresca sombra inimitable.
Los perros Jack y Carturo descansan en sus improvisados camastros, sus miradas nobles, honradas, profundas, honestas, curiosas, dignas, perrunas me enternecen. Las gallinas pujan por abrir las puertas de su encierro, para picotear las miguitas de pan arrojadas a su encuentro, producto del sobrante alimenticio de la semana.
El tobogán espera a los chicos, aguarda paciente que los mocitos se trepen por su escalera y se arrojen en su lustrosa madera hacia el cajón de arena.
El sol está alto, veo la calle, no la transita nadie. Son las 9 y 10 de un domingo cualquiera; soleado, templado, hermoso.
El silencio me acaricia con su aliento fresco. Chupo un mate, lo percibo fuerte, imperial.
Me siento bien, muy reconfortado; hasta que el escape de una moto irrumpe en el ámbito que habito dejando una estela de regatón que inmediatamente me impulsa a cerrar el cuaderno con espiral marca Gloria, para dirigirme hacia el garaje, sacar el coche y comenzar lavarlo.
El sol está alto, veo la calle, no la transita nadie. Son las 9 y 10 de un domingo cualquiera; soleado, templado, hermoso.
El silencio me acaricia con su aliento fresco. Chupo un mate, lo percibo fuerte, imperial.
Me siento bien, muy reconfortado; hasta que el escape de una moto irrumpe en el ámbito que habito dejando una estela de regatón que inmediatamente me impulsa a cerrar el cuaderno con espiral marca Gloria, para dirigirme hacia el garaje, sacar el coche y comenzar lavarlo.
3 comentarios:
Acuarela interrumpida por un motoquero que buscaba su destino,le pondría a esta obra.Y de paso me sirve para agregar a la lista de los nó que deberá tener mi lugar último que quiero habitar:De por ej.No mecanicos,No Maradonas frustrados,No grunges,No evangélicos,No pavarotis al pedo,etc.Ahora le agregaré,No motoqueros.por lo menos cerca de mi paraíso silencioso.
Un abrazo.
Puede haber sido un Bocha mañanero que te sacó de tus palabras... o bien era tiempo de dedicar el tiempo al más inútil de los trabajos "lavar el auto" y obtener como premio un efimero brillo...
Magnifica mañana dominguera...
Besos y besos.
Querido Pelicano.
Mi lugar último que quiero habitar no tiene que tener mozos resfriados, porteros, serenos ni policías.
Hermosa Antonia.
No creo que Bocha en su moto deje una estela de regatoon, más bien puede deja algo de Rock and Roll.
Es verdad que lavar el auto es el más inútil de los trabajos.
Se me ocurre que las cosas más bellas son las que no sirven para nada.
Cariños fieles amigos.
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