Cataratas Argentinas

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"La patria, es mi infancia"
Lo que sucede a diario, relatos de lo cotidiano, de lo fantastico. Los anhelos, los recuerdos, lo que vemos, escuchamos, tocamos, degustamos, olfateamos.
La vida, el amor, la musica, los colores.

El llanto, la risa, los estímulos, las criticas.
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Perico

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lunes, 17 de agosto de 2009

Historias de Chelo


Este blog comenzó rememorando situaciónes que se manifestaron en la infancia, esa es la época que guardo como la única plenamente feliz.

A continuación reflejo un relato narrado por mi amigo Chelo, protagonizado por mis amigos de entonces y de siempre.

"Si alguien me dijera que cerrara los ojos y pensara en algún pasaje de la niñez, lo primero que me vendría a la memoria sería, una noche de verano en que, junto al Negrito, esperábamos ansiosos, casi expectantes, escuchar el timbre de nuestro departamento.A las 9 de la noche la vieja, casi como un rito, nos mandaba a dormir, pero esa noche nos vió tan alterados que tuvo piedad y nos permitió esperar a Chechi en el comedor de casa.A eso de las 9 y media ya se nos juntaban los párpados pero con un "Chelo no te duermas que ya viene" o "Negro aguantá que vale la pena tanto sacrificio", a lo cual el Negro me contestaba con un " yo no aguanto mas, no me rompas las pelotas pelotudo de mierda, dejáme dormir o te recago bien a trompadas, la reputa madre que los reparió". La cosa se estaba poniendo algo tensa entre nosotros, no sé si por la espera, el cansancio, la frustración de no estar frescos como una lechuga para recibir a nuestro padre (mas bien, a lo que venía en los bolsillos del viejo).Eran las 21 y 52 de un viernes de Enero de algún año de la década del 70, las palpitaciones de nuestros corazones se aceleraban tanto que retumbaban en el silencio de las escaleras de la entrada a nuestro dto., como si fueran el bombo del Tula (funesto personaje futbolero y político muy conocido desde esos años), el gordo tardó una eternidad en subir los 3 pisos, hasta que pudimos divisar su figura bonachona y corpulenta con un jockey club 120' entre sus labios, su maletín en la mano derecha y su saco marrón en cuyos bolsillos estaría lo que tanto esperábamos, ya nada nos importaba los gritos de la vieja alertándonos del peligro de caer por las benditas escaleras.¡Papi los compraste! fue el grito al unísono de los dos, pero cuán grande fue nuestra desazón ante la negativa de un "¡uy! me olvidé, es que salí tarde y los kioscos estaban cerrados".Por suerte era una de las tantas bromas (de muy mal gusto para nosotros) que tenía por costumbre hacer el viejo; es que molestar a un chico para ver en cuestión de segundos la transformación de un inocente rostro, del llanto al éxtasis, tiene su encanto.Abrimos los paquetes, a mi me tocó un Tyrrel de 6 ruedas y al Negrito el Camello que yo tanto deseaba. No fue difícil convencerlo de que el Tyrrel al tener 6 ruedas corría más rápido, es que realmente yo era más pillo, en cambio el Negro era pura inocencia y explosión (no cambió nada) "tenés razón Chelito, con todas estas ruedas le rompo el culo a todos, ¡gracias hermanito, vos siempre tan bueno!".El sábado a eso de las 2 de la tarde (después del almuerzo y la digestión) la playa de estacionamiento de nuestro querido barrio estaba abarrotada de purretes, la pista perfectamente marcada, en ese entonces no habrían más de 5 autos estacionados, incluido el auto abandonado, chiquito parecido a un ratón o bolita, al que entrábamos por el techo y hacíamos viajes inventados con novias imaginarias.Los autos ya estaban rellenos de masilla, sin sus ruedas delanteras y con su cucharita o gillette en la trompa, el único que estaba con sus 4 ruedas y sin rellenar era un Peugeot 504 perteneciente a Milanesa, ya que Lucas (su padre) en un ataque de furia, porque a su hijo no le salía la tabla del 4, revoleó el juguete colisionando contra la testa del pobre Mila rebotando e incrustándose contra uno de los tantos agujeros antihumedad de las paredes del lavadero de su dto., por lo que tuvo que comprar urgente un autito nuevo en el negocio de Ofelia, careciendo del tiempo adecuado para prepararlo.Participaban de la carrera los mencionados Camello, Tyrrel y Peugeot 504, el Berta del Mosca, una Bolita del Beto, una Estanciera de Nando, la cafetera de Fernandito, el brahbam de Martìn y un Torino de Chimono, había un par más que ahora escapan a mi memoria.El sol era abrasador, pero la emoción hacía soportar cualquier inclemencia, la pista era bastante larga con 2 importantes rectas y unas cuantas curvas cerradas; una de las rectas pasaba por debajo del auto abandonado, por lo que había que tener especial cuidado que el autito no quedara atrapado, ya que eso implicaba unos cuantos tiros para salir del escollo.La carrera comenzó como de costumbre; el camello y el berta alternandose en la punta, atrás estaban el peugeot de Milanesa, el Torino, la cafetera y ùltimo el Tyrrel de 6 ruedas con los desencantos que manifestaba su titular. -Este auto es una mierda la reputa madre; me cagaste hijo de puta, te voy a cagar a trompadas.
Mi respuesta era.- Tené paciencia Negrito, una vez que calienta el motor no lo para nadie.
Al fín respondió medio desconfiado el pobre Negrito – Ha bueno.

En medio de la carrera, cuando los punteros habían sacado una ventaja considerable y se "enfrentaban" a los últimos que iban por la parte donde distintos tramos de la pista casi se juntan, pasó un autobomba por la Juan B. Justo, haciendo el bochinche característico de los bomberos, en ese momento Chelo con el empeine de la zapatilla izquierda dió una patadita al Tyrrel que iba último, ante la proximidad de los distintos tramos, de repente el auto de 6 ruedas quedó primero. Nadie se avivó ya que en ese entonces, nos llamaba poderosamente la atención el paso de un autobomba imaginándonos grandiosos incendios, ilusionados con que se quemaba la cancha de River, Boca o Independiente. El que sí se avispó fue el Mosca, pero con una guiñada de ojo me dió el okey para dejar pasar la avivada.La alegría del Negro era indescifrable, sus gritos de alborozo se escuchaban hasta en el edificio más alejado, por lo que interrumpió la siesta de la Sra de Garibotto, ¡para qué!, la vieja salìó en chancletas, a los gritos con una escoba de paja entre sus manos, desprendiendo una catarata de improperios como “¡mocosos maleducados, ni la siesta se puede dormir! ¡cuándo no es la pelota, son estos autos de mierda! ¡me tienen harta!”, en su recorrido hacia la pista, la vecina golpea una de sus rodillas contra el paragolpe del auto abandonado, cae de bruces al suelo, su escoba vuela por los aires y cae por desgracia sobre el Tyrrel, el palo impacta en la cabecita del conductor e impulsa al cochecito hacia el viejo pozo que dá al arroyo Maldonado (este pozo estuvo sin tapar durante unos largos años, y estaba ubicado a centímetros, del lado de afuera, de la meta final).Yo se que muchos sintieron muchas ganas de largarse unas buenas carcajadas, pero yo realmente sentí que se me venía el mundo abajo, es como que presentía el destino de mi hermanito ¡ siempre último !. La carrera igualmente la terminamos, no importa quién ganó, ni quién salió décimo, lo concreto que el Negrito en el asfalto donde se escribía con tiza los nombres de los competidores ordenados por orden de llegada, figuraba en el último lugar, por lo que se justifica ese piedrazo en el ventanal del balcón de la Garibotto ¡que importa la penitencia de tener que ir a hacer los mandados al mercadito “Cooperativa” comiéndose una cola de 2 horas todos los días! lo que hizo esa vieja de mierda lo marcó al pobre Negrito para toda la vida, haciendo que el último lugar sea tan común en las distintas competencias que desarrollábamos, como ir al techito de la popu de la cancha de nuestro querido VELEZ SARSFIELD. "

1 comentario:

Anónimo dijo...

Silvio, como siempre muy bueno... es muy reconfortante leer a alguien que se toma su tiempo de meditación para escribir y hacernos pensar, te felicito además por habilitarle espacio al amigo Chelo, nuestro propio Galeano, me morí de risa con su relato.

Saludos Grace