Cataratas Argentinas

Cataratas Argentinas
"La patria, es mi infancia"
Lo que sucede a diario, relatos de lo cotidiano, de lo fantastico. Los anhelos, los recuerdos, lo que vemos, escuchamos, tocamos, degustamos, olfateamos.
La vida, el amor, la musica, los colores.

El llanto, la risa, los estímulos, las criticas.
La amistad, el futbol, la niñez.

Perico

Perico
"Para mirar las últimas entradas pinchar sobre el perico"

lunes, 30 de junio de 2008

"La gran manzana"

Cuando voy de mi vieja, aunque ella no esté materialmente, cada vez que visito el barrio es ir de mi mamá; corro, mejor dicho troto, en derredor del club Vélez Sarsfield. A continuación relato el trayecto que hago.
Salgo del barrio por la entrada principal, la de la garita de seguridad; doblo hacia la derecha, voy por Juan B. Justo, paso por la puerta del polideportivo, donde me agarra el primer cansancio, hasta que cambio el aire; parece que ya no doy más, pero sigo gracias a que me mentalizo que puedo continuar. Tomo por Bacacay, bajo un poco el ritmo del trote mientras observo el balcón del departamento de Ruiz de los Llanos; cruzo la barrera de Irigoyen, enseguida llego a Cortina donde doblo a la derecha; paso por la oficina donde laburé un tiempo muy feliz, saludo al peluquero, pregunto por su hijo, mi querido excompañero de oficina y amigo de la vida Fernando, me responde que está bien; pero se nota en él, un dejo de nostalgia al recordar lo lejos que se encuentra Fer, ya que el pibe vive con su nueva familia en España. Sigo esa media cuadrita de la plazoleta Tte. Gral. Adolfo Arana (siempre nombre de milicos) hasta la avenida Rivadavia, la del Rock de Manal; pienso en lo bien que se morfa en el Grill de la esquina, vuelvo a doblar a la derecha, encaro por la avenida más larga del mundo, observando las agencias de autos y taxis que abundan en la zona. Por este tramo ya sí que no puedo dar un paso más, estoy un poco gordo; peso casi 85 kg., se notan a la hora de trotar, me transpiro todo; pero para continuar con la aventura, me motivo al recordar a mi mamá; voy buceando por los momentos inolvidables de mi infancia en su compañía tan hermosa; gracias a esos recuerdos llego a la placita de Albariños, Bedoya de mi lado norte de Rivadavia, pienso que falta menos; cuando cruzo a la altura de Pola trato de espiar como está la saca del gordo de la guita, que en tiempos de otrora ví construir; luego me detengo un segundo, en el sitio donde funcionó hasta hace poco el Hangar; cierro los ojos y rememoro los festivales de Blues presenciados en este antro con Pappo, Medina, la Mississippi, etc., alguna noche de resurrección de Riff o conciertos con bandas de Reggae; allí ya estoy seguro que hasta Barragán llego, pero cuando cruzo Founrouge, Esteves Sagui de mi lado, y sé que no hay más cortadas hasta la barrera, creo que voy a perecer en el intento; me pregunto ¿para que carajo me embarque en este footing de mierda?, mientras voy pensando todo esto llego al paso a nivel de la calle Barragán; lo cruzo muy despacio; junto en este instante un poco de energía para seguir trotando hasta la meta soñada. Al llegar a Reservistas Argentinos me agarran espasmos por el cansancio, voy doblado al medio; me aguanto las ganas de ingresar a la Espuma Loca a pedirme una Pizza a la Napolitana con una Quilmes Imperial, es tentador, pero “por suerte” salí sin un mango en los bolsillos, por lo cual prosigo por la vereda de Vélez que tanta veces transité de pibito. Es por ésta geografía donde cruzo a algún conocido que me saluda, luego de mirarme extrañado, dado que a esta altura del recorrido emprendido, luzco un aspecto de loco, mi mirada está extraviada, los pies apenas me responden, la transpiración baña todo mi cuerpo, ya no me acuerdo de mi vieja, mi niñez, ni nada; solo mi pensamiento lo ocupa el deseo de llegar al departamento de mi madre, a tirarme en su sillón del comedor. Sigo con mi carrera absurda, voy a doblar hacia la derecha para transitar el playón del Estadio José Amalfitani; y… de allí al barrio; un último esfuerzo. Un inconveniente se presenta, no se puede atravesar libremente el playón, debido a que están descargando y armando las estructuras para un recital de U2, Metálica, Roger Waters u otro megagrupo foráneo, pusieron vallas por todos lados, tengo que desplazarme por el borde de la JuanB, junto a los coches que pasan a 5 cm. de mi humanidad. Arriesgo mi vida pero ya llego, mi corazón se llena de dicha, estoy por lograr el triunfo tan deseado. Pico hasta la puerta de entrada oeste del barrio, en el camino me saluda Sergio Castillo desde una boxer blanca, me pregunta por Angel, sonrío levemente, con el último hilo de vos que me queda, le respondo “todo bien”, al momento que con mi mano derecha lo saludo; ya estoy frente a la puerta del barrio; pero como no podía ser de otro modo, está cerrada con candado; no la puedo abrir, puteo un poco; al tranquito sigo una cuadra más, total si hice tantas que me hace una más, no voy a morir. Arribo al puesto de diario, ingreso por la otra entrada al barrio, me siento mejor de ánimo, reflexiono sobre los aspectos positivos de esta situación, ya está… continuo trotando, mi aspecto es el de un desorbitado que se extravío en el Sahara, casi llego ya; cruzo la calle de COVIFAM, me saludan vecinos que me quieren dar las condolencias por el deceso de mi mamá, pero yo no puedo contestar nada coherente, solo digo okay al tiempo que con ambos pulgares hacia arriba, gesticulo de manera tal de hacer entender que otro momento sería más apropiado para saludarme; siempre trotando y sudando entro en la puerta C del Edificio 4, ya siento la ducha que me voy a dar en apenas unos instantes, pero Sorpresa!, al timbre que toco con insistencia, no responde nadie, la llave la tengo en el bolso, que dejé dentro el departamento. Quiero llorar; regreso sobre mis pasos hasta el Chalecito (almacén de Chelo) en la entrada del barrio, todos los clientes observan mi aspecto demoníaco, Chelo no me da bola, debido que tiene el boliche lleno de gente esperando se le despache mercadería, gente que yo casi ni conozco, dado que hay muchos vecinos nuevos. Al cabo de esperar casi 15 minutos Chelo se acuerda que Angel le dejo las llaves de casa para mí; lo puteo medio en joda, medio en serio, recojo las llaves, corro frenéticamente a ducharme en el biorci en que me bañé durante la mayor parte de mi vida; previamente agarro un toallón, ya no son esponjosos como estaba acostumbrado, lo cuelgo a la salida de la bañadera. Lloro, lloro, las lágrimas se mezclan con el agua, mis ojos cerrados apuntan a la flor de la ducha, el líquido que ella expulsa, golpea con fuerza en mi cara, de pronto sonrío, luego me río. Mi vieja está conmigo.

No hay comentarios.: